sábado, 21 de mayo de 2011

La indignación como flato

(Banksy)

En mis tiempos de estudiante en una facultad de derecho de alguna universidad ingrata, como toda institución respetable, pero de grata recordación, como toda cantina respetable, la pregunta fija en un día viernes era: ¿qué hacemos hoy? las respuestas eran en general dubitativas: "No sé...", "pues, hay que estudiar", "hablamos más tarde y miramos...", y así. Pero alguien dijo una vez "¡pues beber!". Y esa era la idea ¿si? no habían muchas opciones así que todos estaban de acuerdo.

Reuníamos el dinero en común y salía una pregunta que podía complicar toda la trama: ¿ron o aguardiente? Con un presupuesto corto la cosa podía resultar complicada. Personalmente, mi actitud era ( y quizás lo siga siendo) la de tomar aire y despectivamente decir: me da igual... [REPÚBLICA: Sistema de gobierno en que la justicia es igual para todos los que se pueden permitir el lujo de pagarla (Bierce, A. "El diccionario del Diablo")].

Pienso que pertenezco a una generación que vive internamente y en silencio ese "spleen" baudeleriano contra el cual luchamos en vez de asumirlo y vivirlo. Nacido en el periodo de la toma a la embajada de la República Dominicana por el M - 19, la toma al palacio de justicia, la séptima papeleta y la nueva constitución; pero habiendo vivido en absoluta inconsciencia de estos hechos, no podía cantar con "Poligamia": "Se tomaron la embajada,se tomaron el palacio. Yo los vi en televisión. Yo tomaba chocolisto y escuchaba a Lucho Herrera coronarse campeón...". De la época del "terror" implantada por Pablo Escobar mis recuerdos son un poco más nítidos pero no vívidos ni cercanos. Vagos recuerdos de la marcha contra el secuestro de 1993.

En 1999 hubo una serie de marchas contra el secuestro y la violencia armada bajo el lema "NO MÁS". El 12 de mayo en Manizales, una ciudad con una tradición de autocomplacencia e indiferencia alegre, salió a las calles de forma masiva para gritar ¡no más!. Recuerdo haberme escondido por los alrededores del bosque del colegio para no ir a la tal marcha, pero me pillaron, y allá fui a dar, a gritar ¡no más!. Estuvo bien. Una excepción al día a día para manifestar el hartazgo de tanto sufrimiento infligido inútilmente. Fue un motivo de orgullo local. Hasta esa fecha había sido la marcha más multitudinaria en la historia de Colombia. Se había hecho algo bueno. Algo tendría que cambiar.

A la mañana siguiente oíamos en las noticias de la radio que el humorista político Jaime Garzón había sido muerto a manos de sicarios. Cinco balazos. Carlos García, "Charliz", resumió ambos acontecimientos: mientras gritábamos "no más", otros tomaban el mismo lema, sólo que le añadían una coma: "No, ¡más!". César Augusto Londoño, en el noticiero de la noche, cerraba la sección deportiva: Y hasta aquí los deportes. País de mierda.

Primera y última vez en una manifestación.

Europa, once años más tarde:

[...] "la misma profundidad de la crítica social contenida implícita o formulada por el movimiento popular lo dejó sin objetivos concretos. Su enemigo era el sistema. Por citar a Touraine: «el enemigo ya no es una persona o una categoría social, el monarca o la burguesía. Es la totalidad de los modos de acción, del poder socioeconómico, despersonalizado, racionalizado y burocratizado...». El enemigo, por definición, carece de rostro y no es ni siquiera una cosa o institución, sino un programa de relaciones humana, un proceso de despersonalización; no es la explotación, que implica explotadores, sino la alienación. [...] El movimiento popular era, por consiguiente, o subpolítico o antipolítico. A largo plazo esto no disminuye su importancia o influencia histórica. A corto plazo, en cambio, fue fatal. Como dice Touraine, el mayo de 1968 es menos importante, incluso en la historia de las revoluciones, que la Comuna de París. Probó no que las revoluciones pueden triunfar hoy en los países occidentales, sino únicamente que pueden estallar" (Eric Hobsbawm, 1969).

Creo que estas líneas de Hobsbawm, hablando del mayo de 1968 francés, resultan pertinentes hoy en plena efervescencia del movimiento del 15 - M. No sólo por la coincidencia que se revela en el fondo del discurso de protesta, sino porque, en razón de ese fondo histórico compartido, pueden resultar proféticas.

Cuando comparo mi actitud vital frente al mundo circundante durante mi vida en Colombia y mi vida actual en España, encuentro una fuerte tensión, fortísima, una lucha interna, entre el compromiso y la indiferencia.

Creo que si algún mérito real ha tenido este movimiento de "indignación" iniciado en la Puerta del Sol de Madrid y extendido a otros puntos más o menos soleados, haya sido el de sacar a flote este conflicto interior al que apunto, que, más que personal, parece ser un malestar generacional: La generación del "Fin de la historia" [Lo dice Fukuyama/ la historia se acabó/ ya no hay remedio/ se consumió la llama/ y ha empezado el asedio/ de la vana esperanza por el tedio. (M. Benedetti)].

Porque esa indignación es, precisamente, una manifestación de sentido contrario al simple encogerse de hombros. Pero ¿Indignación contra qué? Cedo la palabra al peligroso y nonagenario instigador de esta revuelta: [...], "las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo, demasiado complejo. ¿Quién manda?, ¿quién decide? No siempre es fácil distinguir entre todas las corrientes que nos gobiernan. Ya no se trata de una pequeña élite cuyas artimañas comprendemos perfectamente. Es un mundo vasto, y nos damos cuenta de que es interdependiente. Vivimos en una interconectividad como no ha existido jamás. Pero en este mundo hay cosas insoportables. Para verlo, debemos observar bien, buscar. Yo les digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis. La peor actitud es la indiferencia, decir «paso de todo, ya me las apaño». Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la siguen (S. Hessel)".

No es extraño que el mensaje venga de un anciano y se dirija a la juventud. Un testigo vivo de una manifestación de promesas y de su progresivo incumplimiento. Tal vez este sea otro mérito del proceso de indignación: Mirar atrás e intentar reconstruir una genealogía del presente e identificar esos aspectos que han determinado que el hoy no sea el hoy que podría haberse imaginado con la declaración de 1948 y otros movimientos inmediatamente posteriores. Que la historia escrita podría haber sido diferente, pero sobre todo, que aun puede corregirse (pienso en la declaración de la "guerra contra las drogas" por Richard Nixon. Si se hubiera tomado otro rumbo tal vez Pablo Escobar no habría sido Pablo Escobar. Yo no habría ido a gritar "No más". Jaime Garzón no habría recibido cinco disparos. Chi lo sa...).

El llamado 15M quizás pase a la historia como una simple anécdota protagonizada por muchachitos revoltosos. Quizás sirva de plataforma a la vieja política que se recicla bajo el manto de la "anti-política". Al menos, con esto me conformo, podrá pasar como una afrenta sutil al poder (aunque sea etéreo y anónimo); a la manera de ese proverbio etíope que reza, más o menos: "Cuando el gran señor cruza el camino, el campesino sabio se inclina ostensiblemente y, silenciosamente, se tira un pedo".

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Jácara: Mi inconstancia al escribir en este espacio ha hecho que haya dejado pasar de largo responder a comentarios hechos a entradas anteriores. A Diana, Pablo, Lore y Tatiana, gracias por sus comentarios y espero me disculpen si no los respondo pero he llegado incluso a perder el hilo de mis propios textos.

Camelo: Sea bienvenida mi muy querida Salamandra Bombón!