miércoles, 27 de enero de 2010

Mínimas y Medianitas II


(A la entrada de un bar en Barcelona, tomada por Ángela López)

Bueno, pues vamos hoy con otra tanda de algunas de mis muy cuestionables máximas (¿máximas qué?). Espero que al menos provoquen unas sonrisas entre los lectores caminantes en este valle de lágrimas (snif):

Un cigarrillo contiene, además de nicotina, alquitrán, arsénico, monóxido de carbono, formaldehído, cadmio butano, fenol y alrededor de 4.000 substancias más. Y todo esto por menos de tres euros la cajetilla ¡Baratísimo! (aplique la misma fórmula a su moneda local, ¡verá como lo aplauden!)

La fealdad en la apariencia debe ser compensada con algún talento o inteligencia, como sucedáneos de la belleza. Fealdad y resignación ante la vida hacen juntas seres espantosos.

¿Qué lo que importa es lo de adentro? ¡Bah! El problema principal de la fealdad es que se preocupa en demasía por la apariencia, olvidan lo demás. Aunque tal vez hagan bien, adentro sólo hay vísceras…

Algunos dicen que la ignorancia es fuente de dicha. Esto es algo que ignoro... y nada pasa...

“Yo amo”, “yo odio”, son expresiones comúnmente usadas por gente de boca amplia y mente estrecha para declarar su gusto o disgusto sobre asuntos insignificantes.

martes, 26 de enero de 2010

Jardiel Poncela

(Jardiel, a la derecha, Junto a Edgar Neville y Laurel y Hardy, en su paso por Hollywood)

Con la intención de "levar el angüente", como diría Les Luthiers en "El Vals del Segundo", traigo hoy una selección de frases de Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) uno de mis escritores más queridos, no el mejor, pero extrañamente poco leído. Las que presento ahora las tomo del libro "Exceso de Equipaje":

DEL DESCANSO DOMINICAL

El forzoso descanso de los domingos es abrumador; pero existe un medio de huir al aburrimiento de los domingos: no trabajar en toda la semana.

DE LAS GRANDES PASIONES

Una gran pasión se parece a un ama de casa aburrida en que todo lo cambia constantemente de su sitio.

DE LAS BOCAS BONITAS

En las mujeres que tienen la boca bonita, los dos labios son superiores.

DEL FINGIMIENTO

Cuando un gran hombre finge con habilidad, se dice de él que es un cómico. Cuando un cómico finge con habilidad, se dice de él que es un gran hombre.

DE LA MUERTE

Los muertos, por mal que lo hayan hecho, siempre salen en hombros.

DEL AMOR

Las más de las veces, cuando el hombre ama a una mujer, es porque no tiene otra a quien amar.

DE LA MUJER

La mujer y el libro que han de influir en una vida llegan siempre a las manos sin buscarlos.

La belleza de la mujer fracasa en el codo.

La mujer es la ocupación del ocioso, el descanso del que trabaja, la inspiración del artista y la ruina del hombre de negocios.

Ser guapas es el defecto que más suele disculpárseles a las mujeres.

DE LA OPINIÓN

La opinión es un gran poder misterioso a la larga injusto e irrazonable.

DEL ARTE

Todo arte es una mentira hermosa.

DE LA MALEDICENCIA

La mujer empieza a pregonar los escándalos ajenos cuan¬do ya no tiene edad para producir escándalos propios.

DEL ESCRITOR

Lo que se lee sin esfuerzo ninguno, se ha escrito siempre con un gran esfuerzo.

GUERRA Y GOBIERNO

Si al pueblo se le da la razón, la pierde.

En Arte, en Política y en Amor hay que obrar bien sin esperanza.

DEL HUMORISMO

Humorismo es reasociar elementos previamente disociados.

En el fondo de todo humorismo hay una mezcla de conmiseración y de desprecio.

domingo, 24 de enero de 2010

¿Cara o sello? (Segunda parte)

¿CARA O SELLO? (SEGUNDA PARTE)
Efectivamente, la analogía con el juego de “los cuatro cuerpos” puede ser un lente adecuado de la vida en el sentido que nos apunta que ésta es decisión y que cada movimiento que hacemos trae consigo un conjunto de consecuencias posibles de las cuales nos hacemos responsables al avanzar, retroceder, tomar una pieza rival o sacrificar una propia. No obstante, y de manera un tanto obvia, es un símil insuficiente. Cuando nos sentamos frente al tablero de ajedrez conocemos exactamente, ceteris paribus, quiénes somos en el juego (negras o blancas), la estrategia a seguir ha sido definida previamente y sólo está limitada a los movimientos de nuestro contrincante, asimismo el objetivo a alcanzar está clarísimo. No podría decirse lo mismo de nuestras decisiones vitales. Eso que llamamos el libre albedrío se encuentra terriblemente condicionado desde el comienzo por la lotería natural que, sin ánimo de caer en determinismos, nos sitúa ya en una posición en el universo que marcará los límites toda nuestra existencia. Así, nuestras circunstancias son el mundo mismo, el mundo de cada uno. De aquí que pueda considerarse que en gran medida cada decisión no sea más que un nuevo accidente o el efecto necesario de la situación en la cual nos hemos visto insertos.
¡En qué quedamos pues, señor mío! Pues bien, no lo sé. A lo mejor el mundo es ese inmenso patíbulo construido por un Dios para sacrificar a su hijo, o un inmenso teatro donde reinan los happenings… Son consideraciones que poco importan. Pero ¿qué es entonces lo que importa? Aceptamos con facilidad que vivir es decidir, de esto se sigue, casi sin objeción, que cada decisión implica por una parte una serie de consecuencias previsibles e imprevisibles, por otra, el sacrificio de las opciones restantes. Aceptamos también, nos guste o no, que las decisiones encuentran límites, a lo menos, “de tiempo, modo y lugar”.
Ahora bien, a menos que usted piense que lo mejor es abstenerse de decidir sobre cualquier asunto que no vaya más allá de qué forma vestirse hoy, poner o no poner azúcar al café, ir al estadio o ver el partido por televisión y que lo que puede considerarse importante es asunto de la Fortuna, del FMI, de su jefe, del gobierno de turno o de los Sabios de Sión, convendrá conmigo que asumir conciencia de nuestras decisiones implica darles la importancia que se merecen, lo que significa ponerlas en un punto relevante. Digo pues, esfuerzo por hallar la decisión correcta. Pero, ¡ah! ¿Hay decisiones correctas? Pues creo que sí, aunque no le puedo decir cuáles son, pero creo que la clave para acercarse a la corrección está en procurar evitar la ligereza ¿cómo? Pues con inteligencia. Aquí puede refutarse: “la inteligencia es una condición de la persona, es lo que usted llamaba circunstancia dada por la lotería natural. Entonces, quienes no nacen inteligentes no pueden tomar buenas decisiones”. Aquí exclamo con Nietzche: “¡Guardaos de talentos innatos!" Si bien es cierto que los primeros brotes de razón son más generosos en unos que en otros la inteligencia no es una entidad estática sino un objeto que se mueve por inercia, necesita ser estimulada. Sólo una definición de inteligencia me ha dejado satisfecho, tal vez porque da consuelo y envuelve un reto, y es la que sostuvo Don José Ortega y Gasset: Inteligencia es el esfuerzo por escapar de la inminente tontería.

(Aquí hago un alto, a medida que avanzo en mis palabras siento el peso que comienzan a adquirir sobre mi, cuidado chico, cuidado. Pero tendrá que seguir, puede ser un discurso moralista pero tal vez sea un exorcismo...)

sábado, 16 de enero de 2010

¿Cara o Sello? (Primera parte)

Tal vez no exista en la vida nada más importante que las decisiones que tomamos. Son la constante diaria y, de una manera consciente o no, hasta las aparentemente más sencillas, determinan el rumbo que tomará nuestra existencia y, no menos importante, el rumbo al que hemos renunciado. En un libro que despertó mi interés hace unos años, "El Sacrificio y la Envidia", encontré que el autor, Jean Pierre Dupuy, apuntaba que el origen etimológico de la palabra decidir proviene del verbo latino "decidere" (se pronunciaría, creo, "dechídere" y no se escribe como lo apunto aquí pero no tengo la referencia a mano), el cual significa "cortar". Dupuy señalaba que ese "cortar" se refería al corte que realizaban los antiguos en la yugular de las cabras y bueyes para ofrecer a los Dioses, con la finalidad de calmar su ira o demandar favores. ¡Y es esto lo más peliagudo del asunto! La decisión implica sacrificio. Cuando tomamos algo qué implica descartar otras opciones, no sólo matamos las opciones restantes sino todo el universo de posibilidades que se podrían derivar de ellas. Asimismo, estamos obligados a asumir las consecuencias (!Todas!) que nacen de nuestra elección.

Solemos expresarnos acerca de aciertos e infortunios que ocurren en nuestra vida usando expresiones como "buena suerte", "mala suerte", "el destino", "la voluntad de Dios", "una conspiracción universal", "la crisis" o "el sistema" o, siguiendo unos versos de Goethe: "De todo dan los Dioses, los infinitos./ Todo dan siempre a sus favoritos./Las alegrías todas, infinitas,/las tristezas todas, infinitas". Y nosotros, tan alegres del libre albedrío, tan de chocolate caliente y arepa en la mañana cuando pensamos "hoy haré esto o aquello", invocamos o nos damos consuelo en estas entidades tan fuera de nuestro espectro cuando nos enfrentamos a un evento imprevisto. Pero ¿está tan lejos "la mano que mece la cuna" de nuestra existencia? Creo que no tanto. Soy un pésimo jugador de ajedrez pero procuro jugar con cierta asiduidad y cuento con amigos cercanos de buen o muy buen nivel, sin llegar a nivel de maestro ni mucho menos, y encuentro en este juego al menos dos detalles que me cautivan: en primer lugar, la necesidad de tener claridad en la estrategia a seguir(elección), pero al mismo tiempo hacerla lo suficientemente flexible para adaptarla a la estrategia del rival y lograr la victoria. La segunda (tal vez la más importante ya que también envuelve la primera), que cada movimiento (elección), de cualquier pieza y el momento del juego en el que se haga, resulta determinante para el desenlace. Grandes maestros como Capablanca o Bobby Fischer fueron tales por su inconcebible capacidad de prever la constelación de posibilidades que se abrían tras el simple avance de un peón. Luego de la muerte de Fischer leí en una columna de Pablo R. Arango que "Little Bobby", cuando contaba apenas con 14 o 15 años, en un torneo importante, sacrificó su dama en una partida con la clara convicción de vencer con un jaque mate ¡24 movimientos después! Pues bien, más curioso que esta anécdota resulta el hecho de que al parecer Bobby Fischer encontraba el juego del ajedrez bastante aburrido porque ofrecía posibilidades muy limitadas (Cada vez que juego veo que estoy lejísimos de acercarme a esas fronteras).

Parece que la vida transcurre en algo más de 64 cuadrados... (continúa)

viernes, 8 de enero de 2010

Dilema divino

Entre sorpresa, malestar, indignación y una sonrisa recibí la noticia publicada hoy en El Espectador, acerca de cierta desaveniencia que se ha generado dentro del sector del uribismo cristiano a partir de la afirmación de un miembro del Polo Democrático que señalaba que, con relación a la manifestación del Presidente Uribe cuando señaló en días pasados que su reelección estaba en manos del Pueblo, de Dios y de la Corte Constitucional, no podría darse la reelección porque Dios ya se había pronunciado en contra por medio de su representante (El cardenal Rubiano) en esas tierras de... Dios, sí... y de sus terratenientes.

El problema que surje aquí, más allá de la injerencia de facciones religiosas en un Estado que se supone laico, es el de una delegación de tareas que no le corresponden a la autoridad del Supremo Hacedor. Mientras el Dios del pueblo de Abraham se encontraba tan a gusto en sus laboratorios diseñando nuevos virus y mutaciones a los ya existentes, planificando en un consejo celestial rodeado de su comité de Santos y Arcángeles las próximas sequías e inundaciones, vienen estos entrañables compatriotas míos a ponerse a decir que si Él dijo o que si no dijo. Y encima aparece un galopín con la frasesita esa de "la voz del pueblo es la voz de Dios". Y a la divina esfera, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna, no le queda otra cosa más para hacer que sufrir una terrible indignación que le agudiza la úlcera que le salió cuando nuestros primeros padres mordieron la manzana. "¿Qué la voz de esos es mi voz?" - exclama furioso mientras lanza un poderoso rayo que carboniza a una pobre cebra que pastaba en una llanura africana, inocente de reelecciones y falsos positivos, y cuyo único pensamiento consistía en evaluar si estaría bien mudarse a la ciudad y trabajar en un paso peatonal.
- "¿Cómo va a ser mi voz la voz del pueblo si el pueblo ha vivido equivocado?" - y añade: "Sobre todo ese pueblo..."
Más sosegado y con ánimo de distraerse y pensar en otras cosas, juega a derribar un puentecito en India y se regocija lanzando copos de nieve en el hemisferio norte.

Y el irritante temita de la reelección sigue siendo el triste rittornello en esas hermosas tierras olvidadas de Dios...