jueves, 15 de diciembre de 2011

No sé por qué...

Yo a este blog ya ni me asomo. Y creo que los pocos que lo hacían tampoco lo hacen ya. Hacen bien. Yo hago mal cada vez que lo leo. Y mi hacer es aun más canallesco cuando comienzo a teclear. ¿Blog? "Tengo un Blog!", "soy bloggero". Suena horrible. Me sorprende que apenas ahora lo piense. Me sorprende más aun que no haya asumido la traducción que se le da en español: Bitácora. "tengo una bitácora", "soy bitacorero". Y es que "Blog" hasta en inglés suena feo.

Pero a lo mejor es acertado. Porque blog puede servir perfectamente como una onomatopeya de arcada que se guarda, decentemente, del vómito. Y es que los blog (no quiero escribir más esa palabra, ya ni quiero asumirla)son arcadas con intenciones de vomitar. Pocos vomitan. Yo no he vomitado. Como bitacorero eventual no quiero espantar a mis "seguidores", pero me importa poco perderte, caro lector (¡lector de mierda! ¡lee algo que valga la pena! Se puede renunciar a los cánones sin leer esto)

Además yo aquí sólo he escrito en dos sentidos: hacia atrás y hacia adelante. Ninguna vale la pena, porque hacia atrás sólo hay nostalgia (y ya me di cuenta que no se puede volver) y para adelante sólo una aspiración de tiempos «mejores», imposibles y con aire más moralista que el de mi abuelita Fanny, que no será para mi ni para mis descendientes, que seguramente no tendré (PARÉNTESIS: Si los llego a tener y ellos llegan a leer esto, les ruego que no me perdonen, pero por lo menos que no sean como yo. Que no sean como nadie... mentiras... qué hagan lo que les dé la puta gana).

Se acerca navidad. ¡Qué lindo! me gusta de verdad. Y me gusta sobre todo cuando hay niños y niñas; pero el gusto se me hace agrio cuando veo a esos niños y niñas más grandesitos jodiéndose unos a otros y ya sin jugar. Será porque es en esta época en la que la hipocresía es reina. Me refiero a la navidad. ¿En qué momento les dio por atacar la hipocresía? Sin la hipocresía no existirían los paseos de empresa, los profesores no reprimirían sus erecciones y sus pedos en las clases que dictan y las familias no podrían serlo. Porque no importa toda la mierda verbal y mental o el olvido que nos hayamos descargado unos a otros: Llegó navidad. Gracias a la hipocresía el mundo este a logrado ser solidario y los enemigos han logrado tender puentes de encuentro.

Pero la hipocresía se malentendió y se tomó por llana falsedad. Y eso estaría muy bien si la consecuencia no la hubiera pagad la honestidad. El descarado y el sinvergüenza ya no son ni lo uno ni lo otro. Dicen: "Yo no soy hipócrita, soy honesto". Canalla vil: llamas honestidad a tu naturaleza sucia. "Patriota", "hincha", "partidario", "activista", mentiroso. Adornas de falsa virtud tu farsa.

¿Nos entendemos o no, lector o lectora? ¿Blog? No es bitácora, siempre quise hacer una, pero pensaba que no sería hasta que me embarcara. Ser hipócrita...

viernes, 12 de agosto de 2011

Suponga usted...

Suponga usted: suponga que un día cualquiera (como suelen ser los días) se despierta con aire cotidiano pero lúcido. Hay una idea fija que revolotea en su mente y juega con ella, como si fuera plastilina. En un momento sonríe para sí mismo y descarta la idea: sigo dormido, dice. Entra al baño a deshacerse de lo que sea que sobre, pero la idea vuelve. Se lava las manos, mira al espejo, sale del baño.

Ahora tiene sed. Se da cuenta que la idea con la que despertó no se fue por la cañería. Sigue con usted. Toma un vaso, abre la nevera y saca algún líquido envasado y vierte parte del contenido en el vaso. Se desplaza lentamente hasta sentarse con el vaso en la mano, bebiendo breves sorbos. Pone el vaso sobre la mesa y, por un impulso automático dirige su mano hacia el control remoto del televisor. Se contiene un segundo antes de tomarlo. La idea del despertar no es tan baladí como pensaba. Vuelve a tomar el vaso y se da un trago más largo, pero lento y con la vista puesta fijamente hacia cualquier sitio (la ventana, un corcho de una botella que está sobre la mesa, un tablero de ajedrez que anhela iniciar una partida...), y la idea va tomando forma, y progresivamente va adquiriendo importancia. Da otro sorbo del líquido que contiene el vaso, lo posa nuevamente sobre la mesa y toma un cigarrillo para ponerlo entre sus labios. Busca un encendedor y se palmotea con ambas manos desde el pecho a las caderas. Pero está en calzones, y ahí no suele llevar mechero. Se gira, impulsivamente, porque ve un encendedor en una repisa, pero al hacerlo, golpea sin querer la mesa y ¡plaf! (¡zaz! ¡crash! ¡plim! - me cuestan las onomatopeyas -) El vaso se ha roto contra el suelo.

Suspira hondamente, y putea bajito, en un susurro, como cuando reza en ocasiones (pese a que dice a boca llena: "Soy ateo"). Toma en sus manos los pedazos de vidrio más grandes y los tira a la basura, mirando dónde pisa. Vuelve con una escoba, barre con detalle. Se vuelve a sentar e intenta retomar sus pensamientos donde los había dejado, pero sus ojos vuelven una y otra vez sobre el suelo, no vaya a ser que más tarde un trocito de cristal se le clave en el pie y le joda el día.

Suponga usted que está pensando en lo que más quiere, en su mujer o en el hombre de sus sueños; en el partido de mañana o en las próximas elecciones; en su infancia o en el día que comienza... y va y se rompe un vaso. Suponga usted...

domingo, 7 de agosto de 2011

Mínimas y Medianitas III

Suelto unas nuevas hoy. Nuevas para el blog, viejas para mi por una cuestión temporal, pero novísimas al verlas de nuevo. Las doy ahora al mundo (es decir, a los 22 seguidores de este blog) porque las siento muy ajenas, me importan poco. Si caen bien, pues bien: Soy el mensajero. Si caen mal, no lo siento, porque el autor ya no soy yo, sin embargo, Sum...:

"El ser misántropo o simplemente un hombre solitario no es un acto reprochable al sujeto en concreto, sino a la humanidad entera que se empeña en ser tolerable sólo en mínimas dosis" (Homeopatía)

"En tanto crecía iba naciendo en mí la idea de que mis pensamientos eran mucho mejores que los de muchos, en especial de quienes nos gobernaban. Cuando realmente me dí cuenta de esto exclamé entusiasmado: ¡ya sé! ¡Voy a ser presidente! Descarté la idea pronto. Nadie escucha".


"El amor es una guerra que se gana huyendo(esto ya lo dijo Napoleón Bonaparte, quien abusando de mi confiada mocedad, me robó la idea. Sólo por esto simpatizo con el Duque de Wellington). Sin embargo, la retirada suele ser tan desesperanzadora como la ofensiva directa"

"El problema de la «Universidad de la vida» es que cuando fallas en una materia no puedes repetirla".


"Gran cariño tengo yo a las malas influencias, con excepción de la influenza y su familia virulenta y microbiológica"


[El juicio de un amigo que da la opinión sobre una potencial decisión arriesgada de otro] "Será un salto en picada con los ojos cerrados sin saber si la piscina está llena o vacía. Si está llena seguramente harás un clavado olímpico y estaré allí para ovacionarte. Si está vacía, te romperás todos los dientes y yo te hablaré como buen amigo y diré: tranquilo, vuelven a crecer" [En una charla con Sebastián Espinosa]

"El matrimonio es el medio necesario para cambiar el estatus de soltero al de divorciado (o viudo)"

"Tal vez sea cierto eso de que el hábito no hace al monje, pero ¿qué carajos es un monje sin hábito?"

"¿Por qué las balas perdidas suelen dar en el blanco?"

"La ventaja del futbolista sobre el académico es que nunca va a sufrir una lesión de tobillo por un golpe con el escritorio"

sábado, 21 de mayo de 2011

La indignación como flato

(Banksy)

En mis tiempos de estudiante en una facultad de derecho de alguna universidad ingrata, como toda institución respetable, pero de grata recordación, como toda cantina respetable, la pregunta fija en un día viernes era: ¿qué hacemos hoy? las respuestas eran en general dubitativas: "No sé...", "pues, hay que estudiar", "hablamos más tarde y miramos...", y así. Pero alguien dijo una vez "¡pues beber!". Y esa era la idea ¿si? no habían muchas opciones así que todos estaban de acuerdo.

Reuníamos el dinero en común y salía una pregunta que podía complicar toda la trama: ¿ron o aguardiente? Con un presupuesto corto la cosa podía resultar complicada. Personalmente, mi actitud era ( y quizás lo siga siendo) la de tomar aire y despectivamente decir: me da igual... [REPÚBLICA: Sistema de gobierno en que la justicia es igual para todos los que se pueden permitir el lujo de pagarla (Bierce, A. "El diccionario del Diablo")].

Pienso que pertenezco a una generación que vive internamente y en silencio ese "spleen" baudeleriano contra el cual luchamos en vez de asumirlo y vivirlo. Nacido en el periodo de la toma a la embajada de la República Dominicana por el M - 19, la toma al palacio de justicia, la séptima papeleta y la nueva constitución; pero habiendo vivido en absoluta inconsciencia de estos hechos, no podía cantar con "Poligamia": "Se tomaron la embajada,se tomaron el palacio. Yo los vi en televisión. Yo tomaba chocolisto y escuchaba a Lucho Herrera coronarse campeón...". De la época del "terror" implantada por Pablo Escobar mis recuerdos son un poco más nítidos pero no vívidos ni cercanos. Vagos recuerdos de la marcha contra el secuestro de 1993.

En 1999 hubo una serie de marchas contra el secuestro y la violencia armada bajo el lema "NO MÁS". El 12 de mayo en Manizales, una ciudad con una tradición de autocomplacencia e indiferencia alegre, salió a las calles de forma masiva para gritar ¡no más!. Recuerdo haberme escondido por los alrededores del bosque del colegio para no ir a la tal marcha, pero me pillaron, y allá fui a dar, a gritar ¡no más!. Estuvo bien. Una excepción al día a día para manifestar el hartazgo de tanto sufrimiento infligido inútilmente. Fue un motivo de orgullo local. Hasta esa fecha había sido la marcha más multitudinaria en la historia de Colombia. Se había hecho algo bueno. Algo tendría que cambiar.

A la mañana siguiente oíamos en las noticias de la radio que el humorista político Jaime Garzón había sido muerto a manos de sicarios. Cinco balazos. Carlos García, "Charliz", resumió ambos acontecimientos: mientras gritábamos "no más", otros tomaban el mismo lema, sólo que le añadían una coma: "No, ¡más!". César Augusto Londoño, en el noticiero de la noche, cerraba la sección deportiva: Y hasta aquí los deportes. País de mierda.

Primera y última vez en una manifestación.

Europa, once años más tarde:

[...] "la misma profundidad de la crítica social contenida implícita o formulada por el movimiento popular lo dejó sin objetivos concretos. Su enemigo era el sistema. Por citar a Touraine: «el enemigo ya no es una persona o una categoría social, el monarca o la burguesía. Es la totalidad de los modos de acción, del poder socioeconómico, despersonalizado, racionalizado y burocratizado...». El enemigo, por definición, carece de rostro y no es ni siquiera una cosa o institución, sino un programa de relaciones humana, un proceso de despersonalización; no es la explotación, que implica explotadores, sino la alienación. [...] El movimiento popular era, por consiguiente, o subpolítico o antipolítico. A largo plazo esto no disminuye su importancia o influencia histórica. A corto plazo, en cambio, fue fatal. Como dice Touraine, el mayo de 1968 es menos importante, incluso en la historia de las revoluciones, que la Comuna de París. Probó no que las revoluciones pueden triunfar hoy en los países occidentales, sino únicamente que pueden estallar" (Eric Hobsbawm, 1969).

Creo que estas líneas de Hobsbawm, hablando del mayo de 1968 francés, resultan pertinentes hoy en plena efervescencia del movimiento del 15 - M. No sólo por la coincidencia que se revela en el fondo del discurso de protesta, sino porque, en razón de ese fondo histórico compartido, pueden resultar proféticas.

Cuando comparo mi actitud vital frente al mundo circundante durante mi vida en Colombia y mi vida actual en España, encuentro una fuerte tensión, fortísima, una lucha interna, entre el compromiso y la indiferencia.

Creo que si algún mérito real ha tenido este movimiento de "indignación" iniciado en la Puerta del Sol de Madrid y extendido a otros puntos más o menos soleados, haya sido el de sacar a flote este conflicto interior al que apunto, que, más que personal, parece ser un malestar generacional: La generación del "Fin de la historia" [Lo dice Fukuyama/ la historia se acabó/ ya no hay remedio/ se consumió la llama/ y ha empezado el asedio/ de la vana esperanza por el tedio. (M. Benedetti)].

Porque esa indignación es, precisamente, una manifestación de sentido contrario al simple encogerse de hombros. Pero ¿Indignación contra qué? Cedo la palabra al peligroso y nonagenario instigador de esta revuelta: [...], "las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo, demasiado complejo. ¿Quién manda?, ¿quién decide? No siempre es fácil distinguir entre todas las corrientes que nos gobiernan. Ya no se trata de una pequeña élite cuyas artimañas comprendemos perfectamente. Es un mundo vasto, y nos damos cuenta de que es interdependiente. Vivimos en una interconectividad como no ha existido jamás. Pero en este mundo hay cosas insoportables. Para verlo, debemos observar bien, buscar. Yo les digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis. La peor actitud es la indiferencia, decir «paso de todo, ya me las apaño». Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la siguen (S. Hessel)".

No es extraño que el mensaje venga de un anciano y se dirija a la juventud. Un testigo vivo de una manifestación de promesas y de su progresivo incumplimiento. Tal vez este sea otro mérito del proceso de indignación: Mirar atrás e intentar reconstruir una genealogía del presente e identificar esos aspectos que han determinado que el hoy no sea el hoy que podría haberse imaginado con la declaración de 1948 y otros movimientos inmediatamente posteriores. Que la historia escrita podría haber sido diferente, pero sobre todo, que aun puede corregirse (pienso en la declaración de la "guerra contra las drogas" por Richard Nixon. Si se hubiera tomado otro rumbo tal vez Pablo Escobar no habría sido Pablo Escobar. Yo no habría ido a gritar "No más". Jaime Garzón no habría recibido cinco disparos. Chi lo sa...).

El llamado 15M quizás pase a la historia como una simple anécdota protagonizada por muchachitos revoltosos. Quizás sirva de plataforma a la vieja política que se recicla bajo el manto de la "anti-política". Al menos, con esto me conformo, podrá pasar como una afrenta sutil al poder (aunque sea etéreo y anónimo); a la manera de ese proverbio etíope que reza, más o menos: "Cuando el gran señor cruza el camino, el campesino sabio se inclina ostensiblemente y, silenciosamente, se tira un pedo".

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Jácara: Mi inconstancia al escribir en este espacio ha hecho que haya dejado pasar de largo responder a comentarios hechos a entradas anteriores. A Diana, Pablo, Lore y Tatiana, gracias por sus comentarios y espero me disculpen si no los respondo pero he llegado incluso a perder el hilo de mis propios textos.

Camelo: Sea bienvenida mi muy querida Salamandra Bombón!

sábado, 26 de marzo de 2011

Actitudes vitales

Hay un tema que me inquieta desde hace mucho tiempo y sobre el cual he querido escribir desde hace ya bastante sin saber cómo hacerlo. Me refiero a lo que comúnmente se le llama "carácter".
La inquietud me surgió hace unos años estando en la universidad. La escena que sembró el germen de la idea ocurrió más o menos así: Habíamos salido de una clase de derecho procesal en la cual se había generado una discusión sobre un tema cualquiera sobre el cual había dos posiciones marcadamente opuestas. Intervine en algún momento sin que de mi discurso se pudiera sostener que inclinara mi opinión por una u otra; si fue porque no encontrara argumentos sólidos para tomar partido o porque ambas posturas me resultaran igualmente atrayentes es algo que no recuerdo. Lo que sí recuerdo bien fue que estando en la cafetería un amigo me reprochó esta actitud mía diciéndome que mi "tibieza" no podía ser, pues no tomar partido reflejaba falta de carácter.

No le dí mayor trascendencia a esta acusación ni tampoco me sentí ofendido. Había descubierto desde inicios de la carrera que en derecho las cosas no suelen ser blancas o negras sino que existe una zona gris muy extensa, generalmente determinada por una imposición de la parte con mayor poder en la situación concreta o, en el mejor de los casos, de la que poseyera los mejores argumentos. De la misma manera sabía que mi actitud de intentar sopesar ambas posturas, más que una falta de carácter, denotaba un razonamiento reflexivo. El reproche que me dirigía era infundado, lo que él llamaba falta de carácter yo lo entendía como carácter dubitativo. Pero fue esta divergencia en el concepto del término la que ha sido una constante en mis reflexiones inconclusas.

A estas alturas estoy convencido que el carácter no es eso que mi amigo pensaba. No es una entidad mental o anímica fija. Cuando decimos que alguien es falto de carácter o, por el contrario, que tiene "mucho" carácter no hacemos más que darle un ropaje de atributos que lo singularizan frente a los demás. Este tipo de afirmaciones son entonces, a lo sumo, vanas y vulgares descripciones que hacemos de los demás para definirlos. "Si me defines me niegas" Le dijo Wayne Campbell a Cassandra dudando entre citar a Kierkegaard o a Dick van Patten.

Creo que una mejor forma de evitar caer en ese juego de sombras es el de aproximarnos a la cuestión no tanto desde la opinión que nos hacemos de los demás sino de la opinión que nos formamos de nosotros mismos. Quizás a los ojos de los otros seamos capaces de mostrarnos como el Jack de la baraja de póquer, que sólo muestra un lado, pero si no nos mentimos a nosotros podemos vernos como la Hidra de Lerna.

La aproximación a la que he llegado para entender esto del carácter es una simplificación quizás un poco caprichosa, por maniquea. Según esto, el carácter estaría definido por nuestra actitud optimista o pesimista ante la vida. Sé que parece que estoy abordando la cuestión como un asunto de "blanco o negro" contrario a lo que dije antes, pero insisto que aquí sólo hago una simplificación que permita asir tan complejo problema.

De acuerdo con esta división, una misma situación objetiva puede ser percibida como favorable o desfavorable de acuerdo a la actitud vital del sujeto. En la película "Scoop" El personaje de Woody Allen decía que siempre veía el vaso medio lleno, de veneno. Por el contrario, tenemos a Winston Churchill quien pese a haber vivido y protagonizado activamente uno de los periodos más oscuros de la historia universal, ha expresado, tanto de palabra como de obra, la más férrea defensa del optimismo: "A pessimist sees the difficulty in every opportunity; an optimist sees the opportunity in every difficulty".

El optimismo posee la ventaja de la esperanza, que es un noble sentimiento. Incluso ante la situación más desesperanzadora puede dar un ropaje de alegre consuelo. La historia del gitanito que ha sido condenado a muerte cuya sentencia sería ejecutada un día lunes, mientras era llevado al cadalso decía: "¡Pues vaya si comenzó bien la semana!". O aquel condenado a la silla eléctrica que al serle ofrecido un último deseo pidió aprender mandarín por correspondencia.

El pesimismo tampoco es ajeno al humorismo pero prescinde de esta candidez y aplica mordacidad. Aquí recuerdo el chiste de Steve MacQueen en los siete magníficos: Un hombre salta desde la azotea de un edificio de diez pisos. A medida que va cayendo las personas que están en cada nivel oyen que va diciendo "pues hasta aquí todo muy bien". Ambrose Bierce definió al optimista como un pesimista con la información equivocada. Esta parece ser la ventaja que el pesimismo ofrece sobre su contra parte. El optimismo es fruto de emociones irracionales, el pesimismo se funda en un conocimiento de la realidad.

José Saramago dijo alguna vez que él no era pesimista pero el mundo es pésimo. La postura de Bierce y Saramago ofrece una interesante refutación a la opinión de Churchill; se puede ser tan optimista como se quiera pero esto no será más que una forma de auto engaño frente a la terrible realidad que tenemos enfrente. Parece entonces que una actitud anímica optimista o pesimista nos conduciría a adoptar necesariamente acciones vitales en consecuencia.

A manera de ejemplo, podríamos pensar que frente a la cuestión de la divinidad o de la existencia de vida ultramundana, el optimista acrecentaría su fe mientras el pesimista se inclinaría hacia el agnosticismo. El primero se saciaría con la esperanza. El segundo asume que no va a comer ¿Se le quita por esto el hambre?

Aquí es cuando debemos descender a nuestra realidad y considerar que ninguna cualidad se nos manifiesta en estado puro y constante. Estamos en poder de nuestras emociones pero estas no surgen de la nada sino que de algún modo son parasitarias de nuestras experiencias, también lo es la razón...

(Siento mucho caro lector o lectora que los puntos suspensivos sean una constante
de cuanto escribo. No tengo ideas redondas, prefiero dejarlo aquí. Así evito agotar el tema y tu amable paciencia).

domingo, 20 de marzo de 2011

De libros y viajes

"Cette vie est un hôpital où chaque malade est possédé du désir de changer de lit. Celui-ci voudrait souffrir en face du poële, et celui-là croit qu'il guérirait à côté de la fenêtre". Charles Beaudelaire "Cualquier lugar fuera de este mundo"


Es ya un lugar común la idea cartesiana que sostiene que los viajes y los libros son los medios ideales para alcanzar el conocimiento y la sabiduría.
En tiempos de don Renato esta afirmación quizás poseyera un altísimo grado de verdad. Creo que en nuestros tiempos sólo puede ser admitida con cautela.

En la actualidad, en gracia de ejemplo, un ciudadano un ciudadano europeo de clase media puede con relativa facilidad dar la vuelta al mundo e internarse en la vida de diversas culturas de una forma impensada en la época de Descartes. La universalización de la lengua inglesa permite, a su vez, intercambios comunicativos prácticamente a cualquier nivel.

En igual medida o incluso mayor, los libros así como las temáticas sobre las que versan, pueden considerarse de fácil acceso y las posibilidades de elección ilimitadas.

Pero es aquí, usando la manida metáfora de las dos caras de la misma moneda, que esta relativa "democratización" del acceso a los libros y a los viajes ha llevado aparejada una banalización de del acto de la lectura y del viajar.

Ya hace varios que empecé a sospechar que eso de ser "buen lector" es un pastiche peligroso. La idea del buen lector se asocia normalmente a la asiduidad en el ejercicio de leer, más que a la bondad de la lectura elegida. Personalmente me siento más atraído hacia una persona que esté familiarizado con Cervantes, Shakespeare, Wilde o Poe que por quien haya leído toneladas de Tom Clancy, W. Riso, P. Cohelo o C. Cuauthemoq Sánchez. El acercamiento que he tenido a estos últimos me ha dejado un gusto a un mejunje de lugares comunes con cucharadas generosas de estupidez.

La idea cartesiana merece ser condicionada. No son los libros, sino "ciertos libros". ¿Cuáles? Vaya pregunta me hace usted querida lectora, no soy tan osado como para atreverme a dar una respuesta. Sólo puedo afirmar que debemos reconocer y mantener presentes en todo momento los límites de nuestra existencia.

Un dios infinito e intemporal podría vagar plácidamente podría vagar plácidamente por los pasillos de esa biblioteca universal, e incluso detenerse por siglos en la lectura de los papeles que encuentre en la calle...

Pero tu y yo querida mía ¿qué libros debemos leer, si es que hay que leer algo, en nuestro efímero paso por este valle de lágrimas? Creo haber dicho en otra ocasión que somos definidos por nuestras decisiones. Son entonces las lecturas que elegimos determinantes en la formación del carácter. Suelen ser aquellas que parecen apuntar a lo contrario, a vulnerarlo, las que lanzan dardos al vientre, las que joden, las que mejor logran esto.

No hay respuesta definitiva y contundente, pero acudir a los cánones puede servir de algo. Un vistazo a la historia de la filosofía y de la literatura universal puede indicarnos con meridiana claridad un nicho de obras y autores imprescindibles. Bien es cierto que la estructura del canon no es irreductible; incluso podemos sentir como una afrenta que nuestro escritor favorito no sea considerado como miembro del canon.

Admito que aceptar que alguien presuma de la autoridad moral para indicarnos que debemos leer o, al menos, que no debemos dejar de leer, puede resultar odioso; pero seguir seguir un canon no significa ser un devoto a piejuntillas. Por volver un momento a los viajes, podemos decir que el canon se parece a ese bus que en algunas ciudades ofrece a los turistas un tour por la ciudad del cual podemos saltar o volver a gusto en los momentos que no estamos seguros a qué calle, museo o monumento deberíamos visitar.

Quiero decir que adoptar un canon como guía no significa abandonarnos a él, pues esto equivaldría a suprimir la sorpresa. No hay que olvidar lo que decía Poncela: "La mujer como el libro que han de influir en una vida llegan siempre a nuestras manos sin esperarlos". ¿Debo mencionar que don Enrique no está en ningún canon?

Este hecho me obliga a una conclusión que me contradice: Hay que acercarse al canon, conocerlo, aprovecharlo y de este modo, cuando el momento llegue, mandarlo al carajo. Cualquier intento de canonizar es sospechoso.
Recuerdo en este punto que Harold Bloom en un libro dedicado a esto de lo que vengo hablando (The Western Canon), mencionaba que un sector de la crítica neomarxista apuntaba a que el status quo de la obra shakesperiana como el cásico de clásicos de la literatura inglesa y universal, no es más que el resultado de una estrategia de la corona inglesa para afianzar su presencia en las colonias. Bloom, como era de esperarse, rechaza con absoluto desprecio este señalamiento.

Comparto su reacción pero no me parece del todo desdeñable la observación de los críticos. Shakespeare nos sigue hablando y su obra se ha impuesto por encima de los tiempos y de cualquier acusación. Esto no significa que su obra no haya sido eventualmente parte de una estrategia imperial.

¿Y viajar? ¿Existe un canon del viajero? No tengo respuesta, pero permítaseme ahora volver a la idea de Descartes que ha marcado la pauta de estas líneas. El viajar como fuente de conocimiento.

Creo que en la mente del francés estaba la imagen del viajante, quizás el aventurero, pero no la del turista. Cada viaje era emprendido con la consciente posibilidad del no regresar. Hoy a una distancia enorme de casa el retorno parece cosa que puede hacerse en un instante.

La idea de viajar como fuente de conocimiento real merece un punto de análisis diferente al de la lectura. Hablando de los viajes, otro francés, Michel de Montaigne, escribía: "No basta con apartarse de la gente, no basta con cambiar de lugar, es menester apartarse de las condiciones populares que están dentro de nosotros; es menester secuestrarse y recuperarse de uno mismo".

Berlín, agosto 5 de 2010 - Málaga, marzo 21 de 2011