domingo, 20 de marzo de 2011

De libros y viajes

"Cette vie est un hôpital où chaque malade est possédé du désir de changer de lit. Celui-ci voudrait souffrir en face du poële, et celui-là croit qu'il guérirait à côté de la fenêtre". Charles Beaudelaire "Cualquier lugar fuera de este mundo"


Es ya un lugar común la idea cartesiana que sostiene que los viajes y los libros son los medios ideales para alcanzar el conocimiento y la sabiduría.
En tiempos de don Renato esta afirmación quizás poseyera un altísimo grado de verdad. Creo que en nuestros tiempos sólo puede ser admitida con cautela.

En la actualidad, en gracia de ejemplo, un ciudadano un ciudadano europeo de clase media puede con relativa facilidad dar la vuelta al mundo e internarse en la vida de diversas culturas de una forma impensada en la época de Descartes. La universalización de la lengua inglesa permite, a su vez, intercambios comunicativos prácticamente a cualquier nivel.

En igual medida o incluso mayor, los libros así como las temáticas sobre las que versan, pueden considerarse de fácil acceso y las posibilidades de elección ilimitadas.

Pero es aquí, usando la manida metáfora de las dos caras de la misma moneda, que esta relativa "democratización" del acceso a los libros y a los viajes ha llevado aparejada una banalización de del acto de la lectura y del viajar.

Ya hace varios que empecé a sospechar que eso de ser "buen lector" es un pastiche peligroso. La idea del buen lector se asocia normalmente a la asiduidad en el ejercicio de leer, más que a la bondad de la lectura elegida. Personalmente me siento más atraído hacia una persona que esté familiarizado con Cervantes, Shakespeare, Wilde o Poe que por quien haya leído toneladas de Tom Clancy, W. Riso, P. Cohelo o C. Cuauthemoq Sánchez. El acercamiento que he tenido a estos últimos me ha dejado un gusto a un mejunje de lugares comunes con cucharadas generosas de estupidez.

La idea cartesiana merece ser condicionada. No son los libros, sino "ciertos libros". ¿Cuáles? Vaya pregunta me hace usted querida lectora, no soy tan osado como para atreverme a dar una respuesta. Sólo puedo afirmar que debemos reconocer y mantener presentes en todo momento los límites de nuestra existencia.

Un dios infinito e intemporal podría vagar plácidamente podría vagar plácidamente por los pasillos de esa biblioteca universal, e incluso detenerse por siglos en la lectura de los papeles que encuentre en la calle...

Pero tu y yo querida mía ¿qué libros debemos leer, si es que hay que leer algo, en nuestro efímero paso por este valle de lágrimas? Creo haber dicho en otra ocasión que somos definidos por nuestras decisiones. Son entonces las lecturas que elegimos determinantes en la formación del carácter. Suelen ser aquellas que parecen apuntar a lo contrario, a vulnerarlo, las que lanzan dardos al vientre, las que joden, las que mejor logran esto.

No hay respuesta definitiva y contundente, pero acudir a los cánones puede servir de algo. Un vistazo a la historia de la filosofía y de la literatura universal puede indicarnos con meridiana claridad un nicho de obras y autores imprescindibles. Bien es cierto que la estructura del canon no es irreductible; incluso podemos sentir como una afrenta que nuestro escritor favorito no sea considerado como miembro del canon.

Admito que aceptar que alguien presuma de la autoridad moral para indicarnos que debemos leer o, al menos, que no debemos dejar de leer, puede resultar odioso; pero seguir seguir un canon no significa ser un devoto a piejuntillas. Por volver un momento a los viajes, podemos decir que el canon se parece a ese bus que en algunas ciudades ofrece a los turistas un tour por la ciudad del cual podemos saltar o volver a gusto en los momentos que no estamos seguros a qué calle, museo o monumento deberíamos visitar.

Quiero decir que adoptar un canon como guía no significa abandonarnos a él, pues esto equivaldría a suprimir la sorpresa. No hay que olvidar lo que decía Poncela: "La mujer como el libro que han de influir en una vida llegan siempre a nuestras manos sin esperarlos". ¿Debo mencionar que don Enrique no está en ningún canon?

Este hecho me obliga a una conclusión que me contradice: Hay que acercarse al canon, conocerlo, aprovecharlo y de este modo, cuando el momento llegue, mandarlo al carajo. Cualquier intento de canonizar es sospechoso.
Recuerdo en este punto que Harold Bloom en un libro dedicado a esto de lo que vengo hablando (The Western Canon), mencionaba que un sector de la crítica neomarxista apuntaba a que el status quo de la obra shakesperiana como el cásico de clásicos de la literatura inglesa y universal, no es más que el resultado de una estrategia de la corona inglesa para afianzar su presencia en las colonias. Bloom, como era de esperarse, rechaza con absoluto desprecio este señalamiento.

Comparto su reacción pero no me parece del todo desdeñable la observación de los críticos. Shakespeare nos sigue hablando y su obra se ha impuesto por encima de los tiempos y de cualquier acusación. Esto no significa que su obra no haya sido eventualmente parte de una estrategia imperial.

¿Y viajar? ¿Existe un canon del viajero? No tengo respuesta, pero permítaseme ahora volver a la idea de Descartes que ha marcado la pauta de estas líneas. El viajar como fuente de conocimiento.

Creo que en la mente del francés estaba la imagen del viajante, quizás el aventurero, pero no la del turista. Cada viaje era emprendido con la consciente posibilidad del no regresar. Hoy a una distancia enorme de casa el retorno parece cosa que puede hacerse en un instante.

La idea de viajar como fuente de conocimiento real merece un punto de análisis diferente al de la lectura. Hablando de los viajes, otro francés, Michel de Montaigne, escribía: "No basta con apartarse de la gente, no basta con cambiar de lugar, es menester apartarse de las condiciones populares que están dentro de nosotros; es menester secuestrarse y recuperarse de uno mismo".

Berlín, agosto 5 de 2010 - Málaga, marzo 21 de 2011

6 comentarios:

  1. Sin duda leer, viajar y vivir, enriquecen en cuanto calidad y no en cuanto cantidad.

    Espero ver qué nos dice de viajar, porque me dejó el tema en ...

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  2. Yo tambièn quedè empezada con lo de los viajes.

    Creo que viajar ayuda a ser humilde: uno entiende que hay muchìsimoas formas de ver el mundo, que hay miles de culturas más "virtuosas" sin que se las den de tanto.

    Por el lado de la lectura, ¿qué libros recomendàs que no sean de Shakespeare?

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  3. Yo creo que cualquier cosa lo puede volver a uno tonto. Viajar, leer, ver películas.

    Creo que hay una especie de viaje que lo distancia a uno espiritualmente de un lugar inicial. Esos viajes me parecen buenos.

    Hay unos libros que también me parecen buenos.

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  4. Pues Diana y Lalu: Sí que me quedé corto con lo de los viajes, igual debo viajar más y sobre todo aprender a hacerlo. Tarea pendiente.

    Libros a recomendar?? puis, puis, muchos... Ahora mismo estoy leyendo los ensayos completos de Michel de Mointaigne y estoy fascinado. Pero con relación a la entrada (libros y viajes) te diría que mucho Borges o el intrigantísmo Edgar Allan Poe. Hay un libro de Poe, la única novela que escribió: "La narración de Arthur Gordon Pym", no sé si te gustan los libros de aventuras, pero este viene a mi mente ahora.

    Juanito: Creo que la tontería ya la traemos, los libros, las películas y los viajes pueden afianzarla o ayudarnos a tomar alguna ventaja.

    Gracias a todos por pasarse por aquí, para que digan que nadie lee blogs... Un abrazo

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  5. Ése libro de Poe es bacano, lo leí después de La esfinge de los hielos, de Julio Verne, en el que lo mencionaban varias veces.

    A Michael de Montaigne no lo conozco, pero se ve interesante según lo que aparece en Wikipedia.

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  6. Saben qué me ha parecido muy bueno? lo de Sandor Marai. Estoy leyendo uno que se llama Divorcio en Buda, muy bueno.

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