viernes, 19 de julio de 2013

Siempre se vuelve al primer amor... reza ese tango que revuelve


                                       Imagen: Luis Vélez Rodríguez. - "Me - Arte"


Cuando uno se va lejos no se sabe realmente cuan lejano es el destino. Mejor: no se sabe lo lejos que queda aquello que se deja. Eso que marca la distancia no está bien trazado en los mapas. Porque en los mapas todo es nítido: El azul de mares y océanos, las montañas y sus depresiones, los desiertos, las desembocaduras de ríos, los lagos, las divisiones políticas, la economía de cada región... cosas así. 
Pero cuando uno se va lejos el "hasta mañana" en realidad esconde  una oración íntima que pide no sea un adiós.

Si uno no se va la perspectiva de volver no existe, sólo está (que no es poco) la "rasquiña" por irse. Largarse, escapar, salir corriendo, irse a la mierda... y traer recuerdos. 
Pero ahí está, que quien se ha ido, lo quiera o no, piensa en el volver. Eso revuelve las tripas -y se abrazan o se dan de puños las dendritas (si me permiten la rima fácil) -. 

¿Volver? ¿se puede volver? ¿qué se fue? ¿qué queda? Habla Quevedo:

«Buscas a Roma en Roma, ¡Oh peregrino!
y a Roma misma en Roma no la hallas; 
cadáver son la que ostentó murallas, 
y tumba de si propia el Aventino.
Lo que era firme huyó, y solamente 
lo fugitivo permanece y dura»

La Roma imperial ya no está. Mucho menos los augustos-julios-marcos-calígulas-claudios-neros-aurelianos-yquéséyo. Pero ahí está el Tíber. 

¿A qué viene todo esto? Pues bien, ya se verá. Por ahora que signifique un volver a mi Jácara.



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