¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? entre otras más, resultaron ser las peguntas hacia donde se orientaba la filosofía, según mi formación escolar. Cuando me plantearon estas preguntas en el colegio, generosamente, me dieron la respuesta a todas y a cada una: Son irresolubles. ¡Vaya jueguito grosero y mentiroso!
Cuando completé el álbum de Max Caiman, las últimas láminas mostraban a Max contando como el Pibe Valderrama sería la gran figura del torneo de fútbol colombiano. Como "Pachequito" sería la gran revelación del torneo y como el Junior de Barranquilla, pese a todo pronóstico, sería el campeón del fútbol colombiano... También dijo que la selección Colombia clasificaría al mundial de USA 94 goleando a Argentina, pero lo que pasaría en esa copa del mundo se lo guardaba...
¡Maldito lagarto! Todos los "pronósticos", por supuesto, fueron publicados después de ocurridos.Pero yo tenía Fe en el caimán. Tenía fe en muchas cosas (cuatro angelitos velen mi cama...). Pero Colombia no pasó de primera ronda en el mundial. Andrés Escobar hizo un autogol y lo mataron. El 19 de julio, dos días después de la final entre Italia y Brasil, entraba sonriente a la casa de mi abuela encontrándome con un incomprensible panorama de llanto femenino.
Recuerdo llegar y encontrarme en la puerta a Toño y a Magola quien dijo, secándose las lágrimas: ¿cómo le fue Luisito?. Crucé la entrada y comencé a subir las escaleras pensando en esconderme en el "cuarto de los niños" (Qué así se llamaba la habitación que alguna vez fue de mi padre, luego de Toño, y luego de todos los nietos) cuando mi prima, "La Mona", me abrazó, de repente, muy, muy fuerte y dijo algo así como: "Tranquilo". La miré y ella remató: "Fufo se murió". No solté una lágrima, pero recuerdo que mis pasos eran suaves, como para no despertar a nadie, ni siquiera al difunto. Yo quería mucho a Fufo, pero cuando vi a lo lejos el cuerpo inerte sobre la cama pensé que se iba a levantar y me iba a decir "Petardo" o peor aun: "maricón" (así me llamó cuando me descubrió leyendo "Corazón" escondido detrás de la puerta del "cuarto de los niños"),me asusté. Entonces no avancé, me alegró que la Mona me abrazara así. Creo que no me abrazaba desde que, con Diana, me obligaban a ver las películas de Hallowen y los "cariñositos" en el cuarto de Matu.
Pero mi abuela me llamó y me dijo algo así como "ven Tesoro". Entré al cuarto de mis abuelos. Ya me había acostumbrado a ver a Fufo acostado, pero rara vez dormido. Cuando Pipe venía de vacaciones, Roberto se las seguía todas. Yo era el mayor y se suponía que debía vigilarlos (fracaso). Nos metíamos al armario de los abuelos y hurgábamos entre los calzoncillos de Fufo, cajas de habanos y de pañuelos o cogíamos sus sombreros para jugar a Dick Tracy (buscábamos tesoros). Pero Fufo estaba despierto.
Cuando mi abuela me dijo que entrara al cuarto, lo hice de forma tranquila y ahí lo vi. Lo vi verde. Cada vez que recuerdo ese momento es en lo único que pienso. Verde. Mi abuela me dijo que le diera un beso. Obedecí. En ese momento comencé a llorar y salí corriendo hacia el cuarto de los niños. Allí me encerré. Los días siguientes fueron raros, anestésicos, jugué horas y horas de Nintendo.
Max Caimán no volvió a sonar. Antes de Fufo había muerto Luisalbo, de quien apenas conservo recuerdo. Pero a veces pienso en el tiempo y en la muerte.
Recién cumplí 28 y ya tengo mi lista de los que se me murieron. Gente cercana o al menos conocida, y me jode: Panterita, Rafa Mejía, la Goldin, Josefina, Terito, Magola, mi abuela Fannny, Joaquín, Capiche, Fabio, el cura Jorge Enrique, "El Viejo" (Hernán Gómez), Clarisa, el cura del VW hijo de Clarisa, Angelita Salazar, "El Doc" (papá de Duque) y, más recientemente, Álvaro, el papá de Miguelito.
Dios se le apareció a Moisés en una montaña.Cuando Moisés le preguntó que clase de dios era, la respuesta fue: "Ego Sum Qui Sum" . Si ese mismo dios se me apareciera hoy y me diera esa respuesta creo que sólo atinaría a decirle: Sí. Eres quien eres, un cabronazo.
viernes, 3 de diciembre de 2010
lunes, 4 de octubre de 2010
¿Cara o sello? (Tercera parte)
Después de un periodo de abandono, regreso. Aquí un asunto que había quedado pendiente y que espero signifique un nuevo comienzo para este espacio en el que digo cosas...
¿Cara o sello? (tercera parte ¿última?)
Que vivir sea verse constantemente obligado a tomar decisiones dentro de una baraja de opciones impuestas por movimientos azarosos y ajenos a nuestra voluntad, puede ser algo que aceptemos de forma pacífica y sobre todo resignada. Afirmamos con el gran Wilhem Leopold Betrügerisch que “la vida es como una caja de chocolates, nunca sabes cuál te va a tocar: Algunos están envenenados, la mayoría sólo dan diarrea”. En fin…
Creo haber planteado en mis dos entradas anteriores los contornos generales de la idea misma de elección. La responsabilidad que le es implícita y la fatalidad que se va burlando juguetonamente con cada uno de nuestros actos aparentemente nimios o aparentemente trascendentes. Nada parece lo que es, o, sencillamente (¿?), nada es.
Pero es hora ya que intentemos materializar, de algún modo, esa doble faz del hecho decisorio, a saber: responsabilidad y fatalidad. Probablemente, al menos ahora lo pienso así, hay dos eventos anímicos en el curso vital de la persona que constituyen el cénit de estos elementos: La decisión de la propia muerte y la elección amorosa.
Permítaseme evitar el primer tema y quedarme con el segundo. Aclaro, no pretendo hablar aquí del “Amor” como esa entidad abstracta y supernatural que lo hace todo posible, que pone a seres sensatos a sufrir de “imbecilidad astronómica”, como llamaba Poncela a la enfermedad de los enamorados. He padecido esa enfermedad, pero no haré mención aquí del asunto ¿no puedo ser egoísta con mis propios suspiros cursis?
Los párrafos siguientes los dedicaré a la elección amorosa. Prescindiré de cualquier alusión bibliográfica exacta y al alcance de mi breve biblioteca. Pero no soy Adán y nunca he pretendido serlo. Mis ideas actuales sobre el amor están sostenidas en mi tierna infancia enamorada y amada (nunca regresaría, si alguien llega a preguntar), adolescencia forzada, angustiosa y suicida. La vida se salvó y dejó un regalo: Capacidad de indiferencia, ergo, risa. Y, bueno, luego todo normal: amar, desamar, ser amante y amoroso sabinesco, un sol, dos lunas, varias estrellas (luces de la noche). Es decir, una existencia amatoria meridianamente común, pero casi, casi infinita. No soy Adán, he dicho. Ahí estuvieron y están los libros. Esos insolentes hideputas.
Parto entonces, ya en serio, con dos ideas de un par de tercos en el intento de quedarse muertos. No seré literal, advertí que no acudiría a libros a mano. Pero no iba dejar por fuera a la memoria.
Una de estas ideas canónicas está dada por don José Ortega y Gasset: La elección en el amor determina lo que uno es. La otra viene de R.L. Stevenson en su Virginibus puerisque, cuando señalaba que en materia de elección amorosa está dividida entre dos opciones igualmente trágicas: La soltería o el matrimonio (sé que no lo pone en estos términos, pero recuerden que escribo yo)
Y bueno… Las frases hechas, alusivas a la ceguera del amor, al encuentro de medias naranjas (o medios limones), al flechazo de Cupido u otras de similar talante, pueden ser percibidas por cualquiera como fruslerías de mala literatura; pero para los enamorados pueden tener la carga de una arcana verdad. Quizás algo va de esto. La palabra “encanto” es quizás la más frecuente en la lengua de los amantes y en la del alter ego de don Alonso Quijano para celebrar sus aciertos y justificar sus más célebres infortunios.
Creo, sinceramente, en la existencia de un elemento mágico que condiciona la elección amorosa. Sea encantamiento, fortuna, fatalidad; sea obra de Merlín, Gandalf o del sabio Frestón; sea obra de un Zeus lascivo que se aburre, de un San Antonio considerado con sus creyentes, o de un Dios que juega a los dados, eso de enamorarse conserva un inmenso margen de inexplicable, de azar, de mágico, de infinito. Con esto yo no jodo. Hay que cuidarse de lo que uno no conoce o no entiende. La selección Colombia del mundial de fútbol USA 1994 ignoró esto frente a Rumania, y ya se sabe…
Me quedo con las dos ideas que antes mencioné. Empezaré por Stevenson. Sir Robert Louis plantea que la decisión del hombre (digamos de “la persona” para conceder algo al discurso de género), en materia de amor, está marcada por un dilema trágico: La soltería o el matrimonio. La tragedia del solitario (soy consciente que el ser soltero no equivale al ser solitario, pero es que un soltero que no es solitario convencido jamás lo podrá asumir) deviene de su culminación, de la obtención de la gran victoria, de su independencia. Lo efímero de la fortaleza del individuo se refleja en la vejez. Fragilidad (aquí una frase dicha por Sean Conery cuando recibió el premio de la AFI: “Life is good. But isn’t the third act shit?”)
El matrimonio (vida en común, amancebamiento o llámele como quiera), no presenta un panorama más alegre. Sin decirlo de manera del todo expresa, Stevenson declara que somos, individualmente, seres terribles, divertidos, desgraciados, llorones, tontos e inteligentes; y que mientras estemos solteros somos nosotros mismos las víctimas de nuestros actos, también nuestros testigos y jueces. Y es en esa medida que podemos crear conciencia de nuestra existencia, siendo severos o indulgentes con nosotros mismos, podemos, al mismo tiempo, obrar impunemente frente al exterior. Pero he aquí que encontramos a alguien a quien decidimos incluir, no, incluir, no: hacer “uno” con uno mismo; y esa persona ocupa ya la figura tripartita de testigo, juez, víctima. Nos queda el rol más terrible: El de verdugo.
Si bien, bajo mi lectura, y en mis términos, ya han hablado Ortega y Gasset y Stevenson (dos, en total), es momento que dejemos que hable Vélez…
Esto ya es más jodido. Pocas cosas hago tan bien como malinterpretar a los muertos… tan indefensos.
Y bien, creo que Je ne suis pas le homme para hablar del amor. Amor y Amistad son mis dos componentes más queridos, pero les huyo como el conde de Yebes a los taxidermistas austriacos cada vez que me los ofrecen, pero ya estando aquí, voy con mi jácara:
En la elección amorosa los elementos de fatalidad/fortuna y responsabilidad son, me parece, clarísimos: En primer lugar se requiere de un contexto de "descubrimiento", el encuentro con el sujeto al que consideramos digno de entrar a nuestro mundo secreto no depende de nuestra voluntad,llega y provoca en nuestro ser sensaciones que ignorábamos o que creíamos perdidas y todo esto sucede de una forma inesperada. ¿Inesperada? Si y no. El acto de enamorarse requiere de una predisposición de ánimo para el enamoramiento y una cierta prefiguración del sujeto al que deseamos amar.
En segundo punto, el elemento de la responsabilidad surge en el sujeto como el sentido consciente y racional que determina definitivamente la elección. La elección amorosa requiere de este elemento de análisis de conveniencia para ser elección. Se dice que el amor es ciego, nada menos cierto. El enamorado que se quede obstinadamente en el ámbito de la pasión (baja o elevada) acusa tarde o temprano una estolidez que terminará espantando al sujeto amado. Sé que hablar de amantes como agentes racionales deja un gustillo molesto en el paladar, pero quien decide amar, sostengo, es un calculador económico, un genetista, un esteta, un conveniente... en fin, por muy deseado que sea eso de amar y ser amado no estamos dispuestos a caer de forma gratuita, hay requisitos insuperables. Por mi parte diré: Amor sólo si confort.
Sé que mi opinión puede molestar, incluso me molesta a mi mismo en alguna medida porque, lo admito, el tono que empleo adopta cierto cariz arrogante y sobre todo radical. Pero al irme por medias tintas acusaría de una vaguedad que posiblemente anularía la posibilidad de diálogo, al dejar mi posición en un claroscuro y finalmente para esto está este blog: Hablen queridos, ¡¡hablemos!!
Ps: La cita de Wilhem Leopold Betrügerisch es un camelo, como lo es el personaje y quizás su creador…
lunes, 21 de junio de 2010
¡Solavaya!, ¡solavaya!
Mecanismos de ilusión.
Todo el mundo, nena, es impostor.
"La excepción" G. Cerati
De acuerdo con datos actualizados a junio de 2010 por el World Factbook que publica la central de inteligencia de los Estados Unidos de Norteamérica (la CIA, sí señores), la población mundial actual es de seis mil millones ochocientos treinta millones quinientos ochenta y seis mil novecientos ochenta y cinco. Esto tiene que ser así, la CIA sabe un montón de cosas. De hecho sabe con precisión lo que usted está leyendo en este momento.
Asimismo, según mis profesoras de segundo y tercero de primaria (Gloria Esperanza y Araceli), el ser humano es en esencia un ser social. Y ellas también sabían montón de cosas. De cuando en cuando aparecen noticias de personas que han vivido alejadas de la tan cuestionada civilización, como ermitaños o bien, a lo bestia. Otros amasan alguna fortuna económica y se someten a un ostracismo voluntario el cual sólo abandonan para satisfacer necesidades básicas o apetitos egoístas. Salvando las excepciones de Tarzán, del Mowgli de Disney o de algún personaje del fabulario oriental, este tipo de gente es rara. Tan extraños son que resulta bien difícil asumir una postura indiferente frente a este tipo de personas. El misántropo despierta curiosidad o aversión, rara vez desdén.
A la gente le gusta la gente. La gente quiere conocer gente. En un mundo redondo con casi siete mil millones de individuos ansiosos de conocerse unos a los otros, esto no debería presentar mayor problema. Pero he aquí que la gente no puede conocerse. ¿Por qué? Pues porque la gente que quiere ser conocida y conocer, desconoce a esos otros y es, a su vez, desconocida… y ya sabemos que los desconocidos tienen una mala reputación.
Es así. Nos cruzamos a diario quizás con centenares de personas, varios encuentros pueden ser frecuentes y, sin embargo, nos mantenemos unos a otros como viejos desconocidos. ¿Cómo se puede pues satisfacer ese instinto social? La Humanidad, para serlo, se ve forzada a abandonar su naturaleza. Cuando lo natural no funciona hay que abrazar el artificio. Y es de esta manera que la ficción se pone al servicio del instinto como un truco de magia a la inversa: por medios sobrenaturales se logran efectos naturales.
Esta magia requiere de un escenario propicio. Ya Ovidio alentaba a sus discípulos en el Ars Amandi a acudir al Coliseo por ser el lugar más adecuado para aproximarse a las jóvenes romanas. Las escenas que se sucedían entre los palcos del teatro o de la ópera no eran (ni son) menos anhelantes que la acción representada en el proscenio. ¿evitaban los gestos severos de los santos de las iglesias que los feligreses que iban a limpiar sus almas fraguaran en ese sagrado recinto planes para irse a manchar sábanas? El circo ocasionaba emociones colectivas ¿Qué habría sido de Totó y Alfredo sin el Nuovo cinema Paradiso? Las ficciones siguen y seguirán, muchas desaparecen seguramente, otras se mantienen o evolucionan, surgen nuevas. Este nuevo siglo viene con Facebook, Badoo, Tuenti, Meetic, Buzz, escenario novedoso, “virtual”, y tanto o más artificioso que cualquier otro pero, de todos modos, orientado al mismo fin: satisfacer el instinto social.
Pero el cénit de estos escenarios ha sido alcanzado, me parece, a lo largo cientos de años encontrando su culminación después de la segunda mitad del siglo XX de la mano de la llamada revolución sexual: Las discotecas.
Hija bastarda de los Cafés y Bares (con mayúscula, sí señora) que se extendieron rápidamente por todo el mundo y que se constituyeron en gérmenes favorables ya de bandas de delincuentes, ya de rebeliones contra la monarquía, ya de gonococos o de Treponema pallidum, la discoteca (sí niña, con minúscula) ha logrado aglomerar los elementos indispensables para hacer que los desconocidos dejen de serlo.
Nótese que prácticamente ningún otro espacio social hace esto posible en realidad. Nuestros conocidos lo son por orientación circunstancial de vida. Observemos una existencia común. La familia directa suele ser el primer contacto social de un niño. Luego vendrán los vecinos, el colegio y la universidad. Dentro de esta etapa nacerán los vínculos sociales más sólidos de cualquiera. No esperamos que nuestros padres o abuelos lleguen un día a casa diciendo “tengo un nuevo mejor amigo”. Los abogados se juntan con sus colegas, los ingenieros ya se cansan de contarse el chiste de la función exponencial que no quería integrarse, los proctólogos se reúnen a reírse en compañía por las anécdotas de su oficio, y así…
La discoteca es otra cosa. Para entrar a estos sitios no se requiere, en principio, cualificación especial alguna. Tanto puede estar un galán como el actor Luis Eduardo Arango (hay a quienes les parece muy churro), como puede estar Rosita, la obrerita, pobrecita. Se presenta la discoteca como un lugar democrático ¡qué hermoso! Las posibilidades de conocer desconocidos variopintos es amplia entonces.
Una vez dentro se aprecia el esplendor que hace posible el milagro, el arsenal de trucos abre fuego: Un cantinero diestro en su oficio puede conjugar las dotes de malabarista circense y de misterioso alquimista. Un bar generoso en espíritus garantiza la desinhibición. El sonido constante de la música invita al movimiento de los cuerpos, es decir, al baile, ese primitivo ritual de apareamiento. Y finalmente, ¡artimaña suprema! Hay un montón de luces multicolores y, sin embargo, el lugar es oscuro. Una gran ilusión. Pero no olvidemos, aunque los ilusos se nieguen a aceptarlo, que la ilusión no es más que un error poetizado.
- ¿qué quieres hacer el viernes?
- Nena llévame a un lugar… con parlantes…
lunes, 14 de junio de 2010
¿por qué carajos escribo?
Muchas veces me entran ganas de escribir pero nada escribo. O escribo bobadas. En otras ocasiones tengo la gran idea, el relato profundo o el ensayo agudo pero no soy capaz de agarrar un lápiz. Qué bueno que en momentos como esos se me apareciera la Musa del cuento de Fontanarrosa, que no aportaba inspiración pero que era muy buena mecanógrafa.
Leo bobadas todos los días ¿por qué me voy a abstener de escribir las propias? De pronto un día terminó escribiendo una bobada de quinientas páginas y recibiré elogios de gente que no se leerá ni el índice pero que me invitará a un aguardiente.
Leo bobadas todos los días ¿por qué me voy a abstener de escribir las propias? De pronto un día terminó escribiendo una bobada de quinientas páginas y recibiré elogios de gente que no se leerá ni el índice pero que me invitará a un aguardiente.
jueves, 3 de junio de 2010
A tener en cuenta...
Como vengo con muy buen humor en los últimos días y con una dosis de confianza, pese a todo, hacia mis congéneres bípedos con encéfalo altamente desarrollado y pulgar oponible, aquí va una solicitud amable y sin compromiso.
Comparto con Fontanarrosa que eso de morirse es una extraña costumbre, pero debo admitir que tiendo a ser conservador con algunas de las tradiciones más molestas del mundo este. No tengo prisa, pero por si acaso, por si los motoristas, por si el H1N1, por si una bala perdida (que suelen ser muy precisas), por si el Once vuelve a ser campeón, por si un cáncer, por si virgo (con aprobación de la prisión perpetua), por si las moscas o el mosquito del dengue, por si vuelvo a saltar como un Ortega Cano novicio, por si "uno nunca sabe qué pueda pasar", aquí van estas:
Propuestas para mi epitafio____ (a grabar sobre mi lápida)
-“No molestar”.
-“Moriría por un cigarrillo”
-“Si alguien me necesita, aquí estaré”
-“Podría ser peor”
-“Golpee antes de entrar”.
-“Entiendo que ya no me reconozca”
-“¡Ahora sí que me puedo burlar de la muerte!!”
-“No estuvo mal, gracias queridos”
-“Aquí yace el corazón de Luis Vélez, quien lo usó mucho hasta que ya no lo usó más”.
-“El ataúd tiene buen espacio, la almohada es bastante cómoda. Lo agradeceré hasta el día del juicio, pero pido una explicación: si se tomaron estas molestias para mi eterno descanso ¿por qué no me vistieron, en lugar de saco y corbata, con un buen pijama?
-“Prohibido mear aquí. Multa: Tormentos fantasmagóricos”
-"¿Falta mucho para llegar al más allá?"
Comparto con Fontanarrosa que eso de morirse es una extraña costumbre, pero debo admitir que tiendo a ser conservador con algunas de las tradiciones más molestas del mundo este. No tengo prisa, pero por si acaso, por si los motoristas, por si el H1N1, por si una bala perdida (que suelen ser muy precisas), por si el Once vuelve a ser campeón, por si un cáncer, por si virgo (con aprobación de la prisión perpetua), por si las moscas o el mosquito del dengue, por si vuelvo a saltar como un Ortega Cano novicio, por si "uno nunca sabe qué pueda pasar", aquí van estas:
Propuestas para mi epitafio____ (a grabar sobre mi lápida)
-“No molestar”.
-“Moriría por un cigarrillo”
-“Si alguien me necesita, aquí estaré”
-“Podría ser peor”
-“Golpee antes de entrar”.
-“Entiendo que ya no me reconozca”
-“¡Ahora sí que me puedo burlar de la muerte!!”
-“No estuvo mal, gracias queridos”
-“Aquí yace el corazón de Luis Vélez, quien lo usó mucho hasta que ya no lo usó más”.
-“El ataúd tiene buen espacio, la almohada es bastante cómoda. Lo agradeceré hasta el día del juicio, pero pido una explicación: si se tomaron estas molestias para mi eterno descanso ¿por qué no me vistieron, en lugar de saco y corbata, con un buen pijama?
-“Prohibido mear aquí. Multa: Tormentos fantasmagóricos”
-"¿Falta mucho para llegar al más allá?"
jueves, 6 de mayo de 2010
De vez en cuando viene bien dormir, viene bien, viene bien...
Para M.
Porque despertar no significa que no podamos seguir soñando
Para quienes no hayan leído "El hombre que fue Jueves", de G. K. Chesterton, siento tener que adelantarles que al final todo la aventura resulta ser un sueño de Mr. Gabriel Syme.
No había leído cinco páginas y ya estaba seguro que me había "enganchado" al libro (sobre todo después de un periodo considerable sin leer novelas). Anarquistas - Poetas enfrentados a Policías - Poetas, duelos mentales, actitudes honorables entre enemigos y una trama llena de artificio, pero con un aire de verosimilitud, eran razones suficientes para no separar mi atención de esas páginas. No obstante, y aunque el nivel de agrado en la lectura no disminuyó un instante, comencé a experimentar que la fecunda imaginación del narrador, se transformaba en una indomable fantasía y en una sucesión de eventos forzosamente conectados que me obligaron, como lector (y quizás el autor experimentó algo parecido), a considerar que cualquier final no abrupto era un imposible. Mejor aun, me preguntaba si en este caso la historia sería distinta. Pues no lo fue: Syme lo había soñado todo, aunque, curiosamente, nuestro héroe, no estaba dormido.
Pienso a veces que Lewis Carrol se armó un lío con Alicia y por eso la despertó para sacarla del "País de las Maravillas", pero quiso, tal vez, racionalizar ese paisaje alucinante jugando con el absurdo y la lógica sobre un tablero de ajedrez, escribiendo "A través del espejo". Edgar Allan Poe, ese quien también dijo ¡Eureka!, en su "Narración de Arthur Gordon Pym", al encontrarse con esa figura que poseía la perfecta blancura de la nieva, dejó sólo puntos suspensivos (Jules Verne escribió una continuación: "La esfinge de los hielos"). En la película "Top Secret" Val Kilmer tiene una terrible pesadilla: Ha regresado al colegio en época de exámenes, no ha estudiado y además ha llegado tarde. Despierta aliviado, sonríe y dice: "It was a bad dream, thank God"... mientras dos soldados nazis lo azotan con un látigo.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí: este breve - inmenso relato de Monterroso, así como el "hombre/mariposa - mariposa/hombre" de Chuang Tse, difumina furiosamente esas dos realidades que son la vigilia y el sueño: la primera se empeña en ser real, la otra finge no serlo.
Y yo, para no perder el hilo, me pongo ya mi pijama...
Porque despertar no significa que no podamos seguir soñando
Para quienes no hayan leído "El hombre que fue Jueves", de G. K. Chesterton, siento tener que adelantarles que al final todo la aventura resulta ser un sueño de Mr. Gabriel Syme.
No había leído cinco páginas y ya estaba seguro que me había "enganchado" al libro (sobre todo después de un periodo considerable sin leer novelas). Anarquistas - Poetas enfrentados a Policías - Poetas, duelos mentales, actitudes honorables entre enemigos y una trama llena de artificio, pero con un aire de verosimilitud, eran razones suficientes para no separar mi atención de esas páginas. No obstante, y aunque el nivel de agrado en la lectura no disminuyó un instante, comencé a experimentar que la fecunda imaginación del narrador, se transformaba en una indomable fantasía y en una sucesión de eventos forzosamente conectados que me obligaron, como lector (y quizás el autor experimentó algo parecido), a considerar que cualquier final no abrupto era un imposible. Mejor aun, me preguntaba si en este caso la historia sería distinta. Pues no lo fue: Syme lo había soñado todo, aunque, curiosamente, nuestro héroe, no estaba dormido.
Pienso a veces que Lewis Carrol se armó un lío con Alicia y por eso la despertó para sacarla del "País de las Maravillas", pero quiso, tal vez, racionalizar ese paisaje alucinante jugando con el absurdo y la lógica sobre un tablero de ajedrez, escribiendo "A través del espejo". Edgar Allan Poe, ese quien también dijo ¡Eureka!, en su "Narración de Arthur Gordon Pym", al encontrarse con esa figura que poseía la perfecta blancura de la nieva, dejó sólo puntos suspensivos (Jules Verne escribió una continuación: "La esfinge de los hielos"). En la película "Top Secret" Val Kilmer tiene una terrible pesadilla: Ha regresado al colegio en época de exámenes, no ha estudiado y además ha llegado tarde. Despierta aliviado, sonríe y dice: "It was a bad dream, thank God"... mientras dos soldados nazis lo azotan con un látigo.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí: este breve - inmenso relato de Monterroso, así como el "hombre/mariposa - mariposa/hombre" de Chuang Tse, difumina furiosamente esas dos realidades que son la vigilia y el sueño: la primera se empeña en ser real, la otra finge no serlo.
Y yo, para no perder el hilo, me pongo ya mi pijama...
domingo, 7 de marzo de 2010
De Apocalipsis con galletitas...
Tras la expectativa mundial por la cumbre global sobre el cambio climático en Copenhague en 2009, apenas en poco más de dos meses desde que inició el nuevo año la tierra tiembla, devora vidas y derriba en segundos lo que ha costado muchos años en ser erigido. En el intervalo de estos acontecimientos sale un película que desarrolla su argumento en una supuesta predicción Azteca que nos dice que el fin de la civilización tal cual la conocemos encontrará su fin muy pronto y da la fecha: 2012. Algunos se lo toman en serio y no esconden su angustia, los más se ríen y otros muchos decimos "pues quién sabe, a lo mejor. De todos modos me fumo este cigarrito y me voy a dormir que mañana debo ir temprano a pagar la cuenta de Internet, no vaya a ser que me agarre el fin del mundo sin publicarlo en mi perfil"...
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