sábado, 16 de enero de 2010

¿Cara o Sello? (Primera parte)

Tal vez no exista en la vida nada más importante que las decisiones que tomamos. Son la constante diaria y, de una manera consciente o no, hasta las aparentemente más sencillas, determinan el rumbo que tomará nuestra existencia y, no menos importante, el rumbo al que hemos renunciado. En un libro que despertó mi interés hace unos años, "El Sacrificio y la Envidia", encontré que el autor, Jean Pierre Dupuy, apuntaba que el origen etimológico de la palabra decidir proviene del verbo latino "decidere" (se pronunciaría, creo, "dechídere" y no se escribe como lo apunto aquí pero no tengo la referencia a mano), el cual significa "cortar". Dupuy señalaba que ese "cortar" se refería al corte que realizaban los antiguos en la yugular de las cabras y bueyes para ofrecer a los Dioses, con la finalidad de calmar su ira o demandar favores. ¡Y es esto lo más peliagudo del asunto! La decisión implica sacrificio. Cuando tomamos algo qué implica descartar otras opciones, no sólo matamos las opciones restantes sino todo el universo de posibilidades que se podrían derivar de ellas. Asimismo, estamos obligados a asumir las consecuencias (!Todas!) que nacen de nuestra elección.

Solemos expresarnos acerca de aciertos e infortunios que ocurren en nuestra vida usando expresiones como "buena suerte", "mala suerte", "el destino", "la voluntad de Dios", "una conspiracción universal", "la crisis" o "el sistema" o, siguiendo unos versos de Goethe: "De todo dan los Dioses, los infinitos./ Todo dan siempre a sus favoritos./Las alegrías todas, infinitas,/las tristezas todas, infinitas". Y nosotros, tan alegres del libre albedrío, tan de chocolate caliente y arepa en la mañana cuando pensamos "hoy haré esto o aquello", invocamos o nos damos consuelo en estas entidades tan fuera de nuestro espectro cuando nos enfrentamos a un evento imprevisto. Pero ¿está tan lejos "la mano que mece la cuna" de nuestra existencia? Creo que no tanto. Soy un pésimo jugador de ajedrez pero procuro jugar con cierta asiduidad y cuento con amigos cercanos de buen o muy buen nivel, sin llegar a nivel de maestro ni mucho menos, y encuentro en este juego al menos dos detalles que me cautivan: en primer lugar, la necesidad de tener claridad en la estrategia a seguir(elección), pero al mismo tiempo hacerla lo suficientemente flexible para adaptarla a la estrategia del rival y lograr la victoria. La segunda (tal vez la más importante ya que también envuelve la primera), que cada movimiento (elección), de cualquier pieza y el momento del juego en el que se haga, resulta determinante para el desenlace. Grandes maestros como Capablanca o Bobby Fischer fueron tales por su inconcebible capacidad de prever la constelación de posibilidades que se abrían tras el simple avance de un peón. Luego de la muerte de Fischer leí en una columna de Pablo R. Arango que "Little Bobby", cuando contaba apenas con 14 o 15 años, en un torneo importante, sacrificó su dama en una partida con la clara convicción de vencer con un jaque mate ¡24 movimientos después! Pues bien, más curioso que esta anécdota resulta el hecho de que al parecer Bobby Fischer encontraba el juego del ajedrez bastante aburrido porque ofrecía posibilidades muy limitadas (Cada vez que juego veo que estoy lejísimos de acercarme a esas fronteras).

Parece que la vida transcurre en algo más de 64 cuadrados... (continúa)

6 comentarios:

  1. ¡Qué curioso! En su libro más reciente, Héctor Abad Faciolince toca casi el mismo tema que usted plantea acá. Incluso pone el ejemplo del ajedrez. Recomendado.

    "“En una partida de ajedrez, como en la vida, no se puede rectificar; pero una vez jugada la partida, se pueden analizar las variantes”.

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  2. Ah, se me olvidaba: el libro se llama "Traiciones de la memoria".

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  3. Recuerdo mucho la única partida de ajedrez que he jugado. Fingime baquiano de mil jaques cuando en realidad solo sabía que a la dama se podía mover en todas las direcciones, que el caballo trotaba en un extraño paso fino cojineto que formaba una L y que a los peones - ¿como en la vida real? - se los podía sacrificar con menos dolor que a una torre.

    Corría el segundo año de universidad y reté a duelo oneroso a alguno de aquellos que tocaba el reloj de arena con el desparpajo del sabio.

    Eran las 2 de la mañana y me jugué los últimos 10 mil pesos (Unidos a los 10 mil de otro amigo que depositó en mí su confianza), asegurando haber sido campeón de un torneo de ajedrez en Cuba cuando apenas me despuntaban las primeras horquillas del bigote.

    El resultado de aquella elección fue acaso previsible...

    Si bien confiaba en un escaso margen que me permitiera salir victorioso (Un terremoto, una aneurisma en el contrincante), sabía de antemano que la probabilidad que se cocinaba con mejor fuego en aquella habitación era la de Juanito Efectivo y su amigo caminando 10 kilómetros de regreso a casa...

    Una mala elección, que al cabo, solo me generó un poco de cansancio...

    Las verdaderas consecuencias de una elección, de una decisión no se restringen a los efectos visibles, aparentes (el cansancio)... elecciones simples como tomar o no un bus, esperar 10 minutos más o marcharse, leer este o aquel libro, fingirse ajedrecista profesional o seguir viendo partidas desde la sala, pueden determinar el rumbo de una montonera de acontecimientos que al final, solo rondan las vidas de quienes los provocan.

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  4. Luispis, cuando lei este texto, supe inmediàtamente a dònde dirigirme: "Qué es filosofìa?" del Maestro J. O. & G. (Uno de los pocos libros que me traje de la casa)

    Mosca pues:

    «En la hondura donde ahora estamos nos apatece el vivir como un sentirnos forzados a decidir lo que vamos a ser. Ya no nos contentaremos con decir, como al principio: vida es lo que hacemos, es el conjunto de nuestras ocupaciones con las cosas del mundo, porque hemos advertido que todo ese hacer y esas ocupaciones no nos vienen automáticamente, mecanicamente impuestas, como el repertorio de discos al gramófono, sino que son decididas por nosotros, que este ser decida es lo que tienen de vida: la ejecución es, en gran parte, mecánica.
    El gran hecho fundamental con que deseaba poner a ustedes en contacto está ya ahí, lo hemos expresado ya: vivir es constantemente decidir lo que vamos a ser. ¿No perciben la fabulosa paradoja que esto encierra?. ¡Un ser que consiste, más qué en lo que es, en lo que va a ser, por tanto, en lo que aún no es!. Pues esta esencial, abismática paradoja, es nuestra vida.»

    Como de costumbre, muy bueno el ensayo... felicitaciones!
    saludos

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  5. Martín: Muchas gracias por el dato, lo buscaré. Usar los juegos como metáfora de la vida, creo que resulta bien interesante. Con el ajedrez, creo que se pone el énfasis en la responsabilidad de cada acto. Otra posibilidad, podría ser apelar a los juegos de cartas como el Poker, donde pueden intervenir otros factores como la disposición anímica del jugador, el tomar o no ciertos riesgos, y ese elemento indeterminado que llaman suerte.
    Juanito Zandonga: Fui testigo de la anécdota que relata y al menos dos cosas recuerdo bien: La confianza temeraria con la que se lanzó al juego y como convenció a A... para que apostara con ud, y que la cantidad de dinero perdida fue menor.
    Juancho C.: Palabras poderosas las de Don José, sobre todo el párrafo final. Muchas gracias, un abrazo.

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  6. Bueno... pero es que la corrección monetaria...

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